martes, septiembre 12, 2006

27 DE FEBRERO DE 1989 O EL DIA QUE LOS VENEZOLANOS FUIMOS SIMPLEMENTE NOSOTROS

Era muy niña cuando el nuevo presidente asumía la banda y las riendas de un país. Recuerdo a Jaime Lusinchi entregando el mando al nefasto Carlos Andrés Pérez, recuerdo al comandante Fidel Castro y el hecho de como lo asediaba la prensa. Era la mañana del 2 de febrero de 1989 y mi padre estaba muy feliz porque días antes Venezuela lograba triunfar en la serie del caribe con las águilas del Zulia. Mi padre nunca fue caraquista ni magallanero pero ese día mencionó a ese equipo zuliano y recuerdo que dijo que ahora si despegaría nuestro país, que ahora sí subiríamos como la espuma.
En ese momento no entendí sus palabras. El 16 de ese mismo mes, el presidente electo anunció al país unas medidas que se debían implementar producto de la grave inestabilidad económica que afrontaba la nación. Estas medidas tuvieron una gran significación y repercusión social. Fueron bautizadas como el paquete económico y el pueblo fue el público invitado a la fiesta.
El 27 de febrero en la tarde mi padre corrió a la casa con mis hermanos, todos observamos el televisor. Se escuchaba en la calle un gran alboroto. Gente corriendo de un lado a otro y anuncios de una palabra que se me quedó grabada para siempre: Saqueo. Los periodistas decían que esta violencia había comenzado en Guarenas y Guatire pero el país entero sintió una rápida empatía por el fenómeno y, como piezas de un dominó virtual que se van comunicando a medida que caen y tropiezan la siguiente, todos se sumaron al estallido social.
Cerca de donde vivía en esa época podía ver, por el balcón, una caseta policial pero me asombró ver también a muchísima gente destrozándola y quemándola. Supe que un supermercado fue saqueado y que la policía ayudó a abrir las santamarías. Mucha gente quedó atrapada en este tipo de establecimientos tratando de cargar con un poco de comida para sus casas. La televisión mostraba a mujeres cargando con neveras y cocinas de locales destruidos. A hombres cargando con cortes de reses a sus espaldas. Motorizados cargaban a heridos y la morgue no podía contener la gran cantidad de muertos que ingresaban a sus instalaciones.
“No vamos a soportar el aumento de los pasajes” decía un manifestante. Días antes se había decretado el aumento de la gasolina y los transportistas no aceptaron cobrar los 10 bolívares por las rutas suburbanas. Querían cobrar 16 y 18 bolívares violando la gaceta oficial.
La noche fue infernal. Ráfagas de ametralladoras se escuchaban por todas partes. Columnas de fuego y humo se dejaban ver entre los edificios. Tanquetas militares recorrían las calles a toda velocidad. El 28 de febrero llegó con muertos en la calle, escombros, montañas de basura y mucha incertidumbre con respecto al futuro. La policía ayudó a los saqueadores porque ya no podían contener a la multitud. Muchos carros policiales, de los llamados jaulas, sirvieron para almacenar objetos saqueados por aquellos que antes protegían los derechos constitucionales del ciudadano. Utilizaban sus armas, abrían los locales, cargaban con lo mas valioso y dejaban el resto al ciudadano.
Para el miércoles 1 de marzo la gente circulaba por las calles buscando un lugar donde comprar comida. Si se conseguía un abasto sin saquear era porque estaba custodiado por militares y policías y con una cola interminable. Las garantías constitucionales estaban suspendidas y había toque de queda después de las 6 de la tarde. No se podían reunir mas de cuatro personas a dialogar en la calle y el gobierno decidió inspeccionar casa por casa para recuperar lo saqueado entre lunes y martes. Para el 2 de marzo comenzó a escasear la comida y la gasolina. La tensión duró toda la semana. Los camiones del IMAU se encargaban de desaparecer los escombros y las montañas de basura que dejó el estallido civil.
Para esa época, el gobierno, implementó la venta de dos latas de leche popular por persona, que se repartían en distintos puntos del país. La gente esperaba el lugar de concentración y cuando aparecía el camión con el esperado cargamento todos querían ser los primeros o comprar mas de las dos latas prometidas. El pote azul marino pronto pasó a ser un sobre y el camión incluyó otras provisiones.
Después de una semana de violencia el país quedó con serios traumas que fueron suavizados con el correr del tiempo. Al escuchar una balacera nadie se podía asomar al balcón si no quería alojar una bala perdida en su cabeza. También se pensaba que los habitantes de los cerros bajarían para sacarnos de nuestras casas y apartamentos. Los militares veían francotiradores en cualquier azotea y el pueblo en general nunca más olvidó, como no la he olvidado yo, la palabra saqueo.

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